Resistencias frente a la “nueva” barbarie: Néstor Kohan (Entrevista de Marcela Paolucci para periódico POLITIK).
Marcela
Paolucci: ¿Qué época vivimos?
Néstor
Kohan: ¡Excelente pregunta! No podemos comprender
nuestra pequeña cotidianeidad haciendo abstracción del mundo histórico global
que habitamos. Vivimos una transición incierta del capitalismo imperialista en
crisis aguda a una forma social aún más bestial, feroz, cruel y despiadada del
mismo sistema mundial capitalista en la cual se han fracturado las barreras sociales
que encarrilaban e institucionalizaban los poderes destructores del capital. El
muro grotesco y patético que pretende construir hoy Estados Unidos en la
frontera con América Latina, para domesticar y encorsetar el flujo de fuerza de
trabajo es, parafraseando a un viejo rebelde de Asia, un muro de papel.
El capitalismo
genera caos y desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando
despótico. Destruye y construye al mismo tiempo. Separa vínculos comunitarios
para volver a reunir, ahora bajo su dominación y control. Esto ya lo estudió
Rosa Luxemburg. La violencia genocida de la acumulación originaria del capital
se reproduce y recicla periódicamente a escala ampliada. Hoy David Harvey lo
retoma y actualiza.
El capitalismo no es
sólo caos y desorden. También es orden. Un orden cada día más opresivo y
totalitario. Nos encaminamos hacia la destrucción del planeta, de la especie
humana, de los diversos ecosistemas y de la vida misma como tal. En esa transición
estamos. Pero aun con su devastador y criminal poder destructivo, el
capitalismo no se terminará por sí mismo, como se muere un anciano de “muerte
natural” por el simple hecho de estar viejo. Sólo las resistencias contra el
capitalismo y las alternativas de nuevas revoluciones socialistas pueden
cambiar el rumbo suicida de la humanidad e inaugurar una nueva época histórica,
radicalmente diferente.
M.P.:
¿Qué hitos o fechas identificarías dentro de esa transición para poder
periodizarla?
N.K.:
Toda transición implica un proceso abierto. No
empieza ni termina un día preciso. La transición del feudalismo al capitalismo
en Europa occidental llevó siglos. Quienes la habitaron no sabían que estaban
viviendo esa transición. Los tiempos se han acelerado a ritmo enloquecido.
El
período que va desde septiembre de 1973, con el golpe neoliberal de Pinochet
inspirado en el monetarismo de Friedman (bastante anterior a Reagan y Thatcher)
y el nacimiento de la contraofensiva norteamericana continental del Plan Cóndor
hasta 1989-1991, con la implosión de la Unión Soviética y el triunfo del
imperialismo capitalista en la tercera guerra mundial (eufemísticamente
conocida como “guerra fría”), marcan el inicio de esa transición. La
incorporación de China al sistema mundial capitalista se produce en ese
contexto, no obstante la derrota de los yanquis en Vietnam (Asia) en 1975 y la
de Sudáfrica frente a Angola y Cuba (en África) que termina en 1991.
En
América latina la derrota sandinista de 1990, la firma de la “paz” en 1992 en
El Salvador y la de Guatemala en 1996 se inscriben en ese horizonte que el suprimido
Departamento América del comité central del PC cubano interpretó como “el fin
de la era de las insurgencias”. Sin embargo, la irrupción inesperada del
bolivariano Hugo Chávez en Venezuela y de los zapatistas en México, junto con
la persistencia de la insurgencia colombiana durante aquellos años, trataron de
modificar dicho rumbo, poniendo en entredicho aquel vaticinio un tanto
apresurado. Dichas resistencias e insurgencias buscaban torcer la tendencia general
hacia una profundización de la dependencia. Aunque esos procesos continúan
resistiendo y no fueron completamente derrotados ni cancelados, lamentablemente
no han podido (hasta ahora) modificar sustancialmente el carácter de esta
transición.
M.P.:
¿Y Argentina?
N.K.:
La rebelión popular de diciembre del año 2001 que
golpeó duramente al neoliberalismo (aunque no al capitalismo, a pesar de la
simpática consigna “que se vayan todos”) y los intentos ambivalentes pero de
intenciones progresistas que le sucedieron en la siguiente década (donde
convivieron de modo contradictorio desde realineamientos internacionales latinoamericanistas,
la oposición al ALCA y políticas socialmente inclusivas con procesos regresivos
de “revoluciones pasivas” marcados por el extractivismo minero-sojero y la
extranjerización de la economía) tampoco lograron frenar ese tsunami
contrarrevolucionario que el imperialismo y las burguesías autóctonas fueron
pacientemente desarrollando hasta llegar a la barbarie actual.
Creo
que a partir del impulso bolivariano encabezado a nivel continental por Hugo
Chávez se abrió la posibilidad real de torcer el rumbo global. Chávez
arrastraba a la región pregonando, a contramano de todas las modas, el
socialismo (de forma ecléctica y difusa, es cierto, pero volviendo a poner el
proyecto socialista en la agenda de los movimientos sociales cuando ya muchos
lo daban por muerto y no se animaban ni a nombrarlo). Sin embargo, esa
correlación de fuerzas se modificó sustancialmente a partir de la crisis capitalista
global del 2008 y de la “sospechosa muerte” (¿asesinato?) del líder
bolivariano, que motorizaba a toda la región desoyendo, incluso, ciertos
consejos de “prudencia” diplomática que provenían de La Habana.
Muerto
Chávez, se desinfla el impulso irreverente en la región (aunque no desaparezca
del todo). Quizás unas de las principales debilidades del campo popular
latinoamericano consista en depender exageradamente de los liderazgos
carismáticos (el Che, Fidel, Santucho, Chávez, etc.), mientras el imperialismo
capitalista ejerce una dominación burocrática, anónima e impersonal, donde el
presidente de Estados Unidos puede ser un actor analfabeto o un energúmeno
escapado de los Simpson, el de Italia un pornógrafo grotesco, el de Francia un
personaje de cuarto orden, sin cultura, sin carisma, sin conocimientos elementales.
Marionetas grises y anodinas que simplemente responden al capital. El actual
empresario que gobierna la Argentina, Mauricio Macri, incapaz de articular
cuatro oraciones coherentes, es una muestra elocuente de ello.
M.P.:
¿Cómo repercute esa transición mundial
en la vida cotidiana?
N.K.:
Al ganar la tercera guerra mundial (conocida como
“guerra fría”) la industria bélica norteamericana y su complejo militar industrial
se permitieron trasladar su estructura tecnológica comunicacional de origen
militar a los negocios del mercado y a la sociedad civil. Así fuimos inundados
con internet, los teléfonos celulares y las pantallas tomaron el control de
nuestra atención y nuestros cerebros. La imagen se tragó al concepto y a la
lectura. El presente efímero a la historia profunda. El fetiche tecnológico y
la expansión mercantil ilimitada despersonalizaron todavía más las relaciones
intersubjetivas. El “giro lingüístico” en la teoría social es hijo de esa
victoria político-militar en la guerra fría. La aceleración de la rotación del
capital (que Mandel estudió en El
capitalismo tardío) y las derrotas del mundo laboral precarizaron no sólo
nuestros empleos, sino toda nuestra vida cotidiana, incluyendo desde las
identidades políticas, comunitarias y nacionales hasta los nexos familiares,
los lazos de amistad e incluso las relaciones amorosas. Las descripciones
“líquidas” de Zygmunt Bauman no son ninguna exageración. Se abrió la puerta a
ciertas libertades (como la posibilidad de no tener que convivir toda la vida
de manera forzada con alguien a quien uno no ama, la eventualidad de elegir
otras opciones sexuales diferentes a las tradicionales, la elección de no tener
hijos que no son deseados ni productos del amor, etc., cuestionado de este modo
antiquísimos roles patriarcales) pero a mi entender en términos globales los
cambios que trajo en la vida cotidiana el nuevo capitalismo no fueron
positivos.
Incluso
se llegó al extremo de festejar como si fuera una supuesta “emancipación” la
posibilidad de vender una persona homologándola y tratándola como un objeto
mercantil, celebrando de modo acrítico la prostitución masiva y el reinado
mugriento del dinero y el mercado. No es casual que siguiendo a Shakespeare,
Marx definiera desde su juventud hasta su vejez al dinero como el máximo
símbolo de la prostitución, en tanto núcleo central del mercado, al cancelar
toda diferencia específica en las relaciones interpersonales, poniendo en
primer lugar la cantidad por sobre la calidad, los objetos por sobre las
personas. Aplaudir, festejar y celebrar, en nombre del progresismo, ese reinado
del dinero-prostitución como sinónimo de “emancipación” nos habla de una crisis
ideológica de alto rango. El próximo paso de esta crisis civilizatoria será
alabar la esclavitud entendiéndola como sinónimo de “libertad” y la tortura
como paradigma de los “derechos humanos”. El fetichismo todo lo invierte y el
mundo queda patas arriba.
M.P.:
Frente a tu diagnóstico pesimista, ¿no hay salida?
N.K.:
¡Por supuesto que hay salida: LAS RESISTENCIAS!
Sólo la lucha nos hará libres. Quien no esté en disposición de jugarse la vida
jamás podrá alcanzar la libertad, había escrito Hegel pensando en la revolución
negra (social, nacional y anticolonial al mismo tiempo) de Haití.
El
futuro no tiene la puerta cerrada y la historia no está predeterminada. Tenían
razón Engels y Rosa Luxemburg: SOCIALISMO O BARBARIE. Lo único que podemos
prever es …. la lucha, como nos enseñó Antonio Gramsci.
M.P.:
¿El acercamiento de Cuba y EEUU no inaugura una nueva época de paz como
vaticinaba el Papa Francisco desde el Vaticano romano?
N.K.:
Sospecho que no. No hay que confiar en el
imperialismo “pero ni un tantito así….¡Nada!”. El pueblo cubano tiene derecho a
decidir su futuro. Se lo ganó resistiendo más de medio siglo y de manera
heroica a un gigante feroz, monroísta y prepotente, enviando además
combatientes internacionalistas a todo el planeta, especialmente América Latina
y África.
Pero
si no se disuelve el Pentágono, la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad, el
FBI, Wall Street, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, etc.,
dudo que pueda construirse una paz verdadera sin sometimiento, dependencia ni
dominación neocolonial. Sea con la sonrisa permanente de Obama que vendía pasta
dentífrica, sea con el peluquín ridículo y extravagante de Trump, Estados Unidos
no abandonará su autopercepción de Policía Mundial y de “país elegido” por El
Altísimo para regir los destinos del mundo, especialmente en su “patio trasero”,
incluyendo a Puerto Rico y Cuba, las dos perlas del Caribe. El nuevo muro de
Berlín, perdón, quise decir, de la frontera entre Gringolandia y México, es
simplemente el símbolo de lo que nos espera de nuestros hermanitos del norte.
M.P.: ¿Los acuerdos de
paz de las insurgencias colombianas y del pueblo vasco no agregan nada?
N.K.:
Insisto: cada pueblo tiene derecho a elegir su
destino y su autodeterminación, como recomendaba un muchacho llamado Lenin. El
viejo profesor argentino Rodolfo Puiggrós, rector de la Universidad de Buenos
Aires e historiador marxista, escribió alguna vez que como los argentinos no
hemos podido tomar el poder y hacer nuestra revolución socialista, vamos por el
mundo con el dedito acusador inspeccionando revoluciones ajenas. ¡Gran advertencia metodológica formulada con
ironía argentina, pero que bien vale también para otros lugares! Nunca me canso
de repetirla.
No
obstante, sospecho que el imperialismo yanqui, su gendarme en Medio oriente (el
estado de Israel, de fuerte presencia en la lucha contrainsurgente de otros
países, como Colombia) y la propia clase dominante colombiana no permitirán la
paz, el pluralismo ni que el pueblo recupere pacíficamente lo que lo que le
arrebataron durante tantas décadas de violencia sistemática.
Ya
hubo experiencias como El Salvador y Guatemala donde el grueso de los
violadores de derechos humanos y los militares genocidas gozan de impunidad.
¿Fueron a la cárcel los torturadores de la guardia civil que ejercieron sin
piedad su sadismo contra la juventud vasca durante décadas? ¿Fueron castigados
severamente los viejos represores del franquismo?
En
fin, sea como sea, creo que sería un ERROR ESTRATÉGICO dividir, fragmentar o
dispersar lo poco que se había logrado aglutinar a nivel internacional en torno
al movimiento continental bolivariano [MCB] (que incluía fuerzas europeas).
En
ausencia de una coordinación internacional seria (pues las internacionales
stalinistas o maoístas están disueltas y las trotskistas sólo tienen existencia
nominal pero sin fuerza real), disolver o fragmentar el movimiento continental
bolivariano —se comparta o no el fin de la lucha insurgente en Colombia—
generaría un saldo negativo.
Hoy más que nunca
necesitamos una coordinación internacional para hacer converger las rebeldías
populares organizadas. Y eso implica, creo que ya quedó demostrado, no depender
de ninguna organización particular, triunfe, empate o sea derrotada. Por eso hoy
se torna urgente e imprescindible recuperar el espíritu internacionalista de
Lenin, tratando de articular todas las formas de lucha, sin renunciar a ninguna
ni decretar apresuradamente su defunción.
Si el enemigo maneja todas las formas de lucha, ¿por qué nuestro campo
debería limitarse únicamente a la lucha institucional?
M.P.:
Ya que mencionaste a Lenin, ¿cómo ves el marxismo a 150 años de «El Capital», a 100 años de la revolución
bolchevique y a 50 años del asesinato del Che Guevara?
N.K.: Lo veo sencillamente más actual que nunca. La crisis del
capitalismo no disminuye, se multiplica exponencialmente., amenazando con
destruir ya no sólo a la clase trabajadora sino a todo el planeta, su cultura y
su civilización. Los análisis de Marx (que abarcan no sólo la explotación
económica y la extracción de plusvalor sino también las formas de la dominación
política, la teoría del poder y las redes de sujeción de las subjetividades y
la cultura), las perspectivas estratégicas de Lenin y el espíritu insurgente
del Che Guevara se convierten en un faro cada día más potente. En medio del
desánimo político, el desarme moral y la confusión ideológica generalizada ellos
nos marcan el camino. Sin nostalgias complacientes ni revivals anodinos. Ese
horizonte revolucionario es el único que puede detener la marcha del capitalismo
mundial hacia el suicidio de la especie. El tren perdió la brújula y marcha al
precipicio, como nos alertó hace rato Walter Benjamin. Por eso las nuevas
rebeldías e insurgencias que seguramente nacerán (porque aquí no se acabó la
historia como hace un cuarto de siglo quiso hacernos creer el mediocre funcionario
Fukuyama, aprendiz frustrado de filósofo) deberán tomarse bien en serio los
estudios críticos de El Capital de
Marx, la perspectiva internacionalista y antimperialista radical de Lenin y sus
entrañables bolcheviques y el llamado guevarista a la lucha insurgente mundial
contra el capitalismo, su miseria, su explotación, sus alienaciones y todas sus
formas de dominación.
27 de enero de 2017
Resistencias frente a la “nueva” barbarie: Néstor Kohan (Entrevista de Marcela Paolucci para periódico POLITIK).
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1:32:00 p.m.
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