BAILANDO CON LA MUD
Por: Joseba Pérez
Empresa harto difícil a tenor de la variedad de sintonías y
melodías que emiten ese conglomerado que es la coalición opositora. Desde las
fuerzas políticas que la componen y la pugna interna por los liderazgos. Comenzaron
tras el 6D de 2015 entonando los sones de una majestuosa Marcha Triunfal que dejaría
atrás el último tango (las
colas), entre otras pintorescas promesas, desde esa cita electoral. Ignoraron
deliberadamente que su triunfo no se fundamentaba en un genuino crecimiento del
voto basado en la adhesión a sus postulados. El significativo peso del voto
castigo y la abstención de un sector del chavismo (por errores de gestión y las
adversas condiciones económicas, entre otras razones) hacía considerar un potencial
ingrediente de volatilidad en la suma de apoyos alcanzados.
Sin embargo, la orquesta opositora
no tomó en consideración estos factores. En los primeros compases del año 2016,
tras el cambio de decorado de la Asamblea Nacional, desmantelando irrespetuosamente
la simbología chavista, se entregaron a la tarea de afinar los instrumentos. Pero la melodía estaba aún por definir. Y
comienza el baile de las partituras: un sector prefiere la rumba del revocatorio, otros opinan que
sea el vals de un cambio constitucional
y otros apuestan por un contundente heavy
metal que destituya directamente al Presidente Nicolás Maduro. El director
de orquesta en ejercicio, Ramos Allup, fija plazo y todo: seis meses. El tiempo
pasa inexorablemente y con él las fechas que hacían viable en ese 2016 aplicar
la rumba revocatoria por la que se decidieron finalmente. Todo ello sucede
ignorando deliberadamente que su orquesta debe actuar en sintonía con los otros poderes
constitucionales.
Es así que en los meses que siguieron, se aplicaron a
musicalizar los ritmos con los que la orquesta se siente más cómoda: la Ley de
Propiedad de Misión Vivienda y la reprivatización de empresas públicas, bajo el
eufemístico título de Ley de Productividad, por solo citar lo más
significativo. Son los ingredientes de una electrónica neoliberal,
que llega sintiéndose arropados por la mezcla del tango de Mauricio Macri en Argentina y la samba del Golpe a Dilma en Brasil,
que finalmente impuso a Michel Temer en la presidencia brasileña.
Son el espejo en el que auténticamente se mira y admira la orquesta opositora
venezolana. Obviando que el balance de estas experiencias musicales, en sus países está
conduciendo a un fracaso económico (en relación incluso a los propios objetivos
que se marcan), generando un doloroso castigo sobre las clases populares.
Llegamos así al momento en el que la batuta de la MUD marca la
recogida de firmas para la rumba revocatoria (fuera de plazo para el 2016), en
la que innecesariamente anotan a personas fallecidas y gente que ni siquiera
compró la entrada para esa fiesta. El proceso legítimamente se paraliza. En
este escenario la orquesta se decide a convocar a sus seguidores al gran baile que les llevaría al
asalto al cielo (Miraflores). Nuevamente la terca realidad se impone. Ser
numerosos no es suficiente y además, no son los únicos bailaores: el chavismo concentra en la Avenida Bolívar un número
similar de personas. No cejan en el intento y esta vez convocan a un paro
nacional que facilite el baile en la calle. Otro fracaso más.
Recientemente, la orquesta MUD, ya casi configurada como grupo
de free jazz, lastrada por la
bicefalia direccional Allup-Borges, decide explorar una insólita mezcla:
declarar desde la Asamblea Nacional la ausencia del Presidente Nicolás Maduro y
su salsa, elevándolo a la categoría de fantasma, a la vez que participan en los
diálogos (¿con quién?) auspiciados por el Vaticano y mediadores
internacionales. En este contexto, otro llamado en la histórica fecha del 23 de
Enero se traduce en un auténtico descalabro. Sus desorientados seguidores no
tienen ya el cuerpo de baile para esos extraños rumbones. Inasequibles al
desaliento, ahora deciden experimentar un nuevo formato de party, desde la respetable
categoría de músicos callejeros que
actuarán sin previo aviso, al modo de las históricas raves londinenses. En efecto, desde esta modalidad, la
cantidad de participantes no importa. Unos cien ya trancan una vía pública y se
hace llamativo, aunque escasamente popular. Pero eso es lo de menos. Con la
cultura musical de este pueblo, Venezuela no se merece esta categoría de
políticos.
BAILANDO CON LA MUD
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11:19:00 a.m.
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