Zamora y las guerras campesinas a la Comuna Negro Miguel, doscientos años después!
Por: Amílcar Jesús
Figueroa Salazar
(Especial para
mensuario PolítiK)
La reversión de las conquistas
sociales que, por la vía de los hechos, obtuvieron las clases oprimidas durante
las dos décadas de Guerra Nacional de Independencia condicionan la
coyuntura política en la cual conoce la sociedad venezolana de dos guerras campesinas
separadas por escasos diez años. En efecto, a las circunstancias que vivía el
país al termino de la contienda independentista, donde resalta la escasísima
productividad del campo y la miseria generalizada del campesinado, van a unirse
una serie de medidas tomadas por los gobiernos de la Oligarquía Conservadora
que generaron condiciones para que el fantasma de la guerra se entronizara en
los campos venezolanos y, finalmente, Zamora, un simpatizante del Partido
Liberal, fundador de la Sociedad Liberal de Villa de Cura, terminase por
encarnar las mas sentidas reivindicaciones populares.
Como quiera que en Venezuela, de
todas las colonias continentales, fue tal vez donde la lucha por la
Independencia fue más cruenta y que a su
interior se desató una guerra social, resultó que, aún sin proponérselo,
ese proceso trajo aparejada la confiscación de gran cantidad de tierras
(fundamentalmente de partidarios del colonialismo que habían huido del país) y
un decreto de supresión de la esclavitud, a la vez, de sembrar en su pueblo
firmes tendencias igualitarias, de “democracia de campamentos”; por lo
tanto, en lo posterior, no le será fácil
a la oligarquía recomponer el viejo orden social existen en el mundo colonial y
al cual no había renunciado. Corresponde, entonces, a los gobiernos de la
Oligarquía Conservadora ser el abanderado de la restauración, propósito que
acomete desde la propia Constitución de 1830 y que continuó completando a
través de la Ley de Manumisión y Ley de devolución de bienes confiscados, entre
otras medidas.
Los hombres y las mujeres
desposeídas que combatieron por la Patria asistían, a un panorama de miseria y expoliación
terribles en aquella primera década que vivimos como Estado Nacional; cuadro de
calamidades que van a padecer además del campesinado, otros sectores de clase
como productores y comerciantes medios, gracias a los efectos de la Ley del
10 de abril de 1834 ampliamente benefactora de agiotistas y usureros. Ese
fue, sin dudas, el caso de aquel pulpero que la historia conocerá como Ezequiel
Zamora, General del Pueblo Soberano!.
Tales condiciones permiten que la
formidable agitación política emprendida por la prensa liberal logre empujar a
la rebelión a las mayorías descontentas. Para Antonio Leocadio Guzmán, Felipe
Larrazábal, Rafael Arvelo y la casi totalidad de la dirección del Partido
Liberal se trataba fundamentalmente de reivindicar la necesidad de “elecciones
libres” luego del zarpazo dado por los conservadores a la elección del 46, pero
las masas campesinas que corrieron a conformar el Ejercito del Pueblo Soberano
en las serranías donde confluyen Guárico, Aragua y Carabobo, levantaban
intuitivamente un programa agrario. Tierra y hombres libres!, el lema
brotado de la garganta guerrillera del Indio Rangel se convirtió en la consigna
central de una insurrección reprimida a sangre y fuego por antiguos militares
patriotas devenidos en brazo armado de la Oligarquía Conservadora.
La historia vertiginosa que va
desde la derrota del Ejercito del Pueblo Soberano en el Valle de los Tiznados,
decapitación del indio Francisco José Rangel (14/3/1847), prisión de Zamora
(25/3/47), su sentencia a muerte (25/7/47), conmutación de la pena por el
Presidente Monagas (5/11/47) gracias a la presión y constantes diligencias
emprendidas por sectores populares a la cabeza de los cuales estuvo su madre
Paula Correa, su fuga de la cárcel el 22 de noviembre; los acontecimentos del
24 de Enero del 48 (asalto al Congreso Nacional que pretendía destituir a
Monagas), incorporación de Zamora a la milicia con grado de Coronel a fin de
que contribuyera a sofocar el levantamiento armado de Páez; la “Revolución” de
Marzo de 1858 que derroca a José Tadeo Monagas e instala en el poder a Julián
Castro quien entre sus primeras medidas expulsa a Zamora del país, y, el inicio
en Coro de la Guerra Federal (20 de febrero de 1859); va a ser decisiva en la
conformación de la personalidad histórica del futuro líder de la Guerra Federal
en cuya formación política concurren varias vertientes:
-de su propia madre -Paula Correa-
de quien hay indicios de ser gran admiradora de la gesta de Bolívar,
-influencia del pensamiento
liberal de su maestro José Manuel García,
-de dos europeos conocedores de
la discusión política que se adelantaba en sus pueblos de origen, el británico José
Brandfor y su cuñado el inmigrante francés Juan Gaspers quien era conocedor de
las corrientes avanzadas de su época incluido el socialismo utópico, siendo,
además, admirador de las luchas que contra los latifundistas habían librado los
campesinos en Europa.
Pero, en definitiva, es la
intensidad de su praxis político-militar lo que le permite internalizar lo
esencial de la problemática nacional. Acompañado este aprendizaje vivencial -a
decir de sus biógrafos- de una importante formación autodidacta; todo lo cual
redunda en su acelerado proceso de radicalización política.
La Guerra Federal, Guerra Larga o
Guerra de los 5 Años constituye el hecho político-militar de mayor
trascendencia en la Venezuela de segunda mitad del siglo XIX. Fue una lucha
social, de clase; su naturaleza de guerra esencialmente campesina está
determinada por las consignas esgrimidas por sus combatientes: tierra y hombres
libres!, horror a la oligarquía!; y no por los postulados de Federación nacidos
de la pluma de la intelectualidad liberal. Desde sus inicios se marcaron en su
seno dos grandes tendencias que respondían a intereses distintos: la que
proclamaba la democracia liberal y estados Federales, que demagógicamente, a
fin de congraciarse con las mayorías, criticaba a la “godarria” y, la de las
masas campesinas, al frente de las cuales se colocó Ezequiel Zamora, que
luchaba esencialmente por su necesidad mas sentida, la tierra. El General del
Pueblo Soberano no sólo asume las consignas del campesinado, sino que al frente
de él va al campo de batalla, actitud de la que se cuidaron muchos dirigentes
federales. En la medida que controla territorio y dirige combates exitosos como
los de El Palito, la ocupación de San Felipe, el combate en las sabanas de
Araure, o el hecho militar que lo consagra, la batalla de Santa Inés, por
nombrar algunos de sus relevantes triunfos; incrementa el nexo con los
desposeídos que había empezado a labrar desde la primera insurrección campesina
(1846-1847) y consolida su prestigio militar,
a tal punto que se constituye en líder indiscutible de contingentes de
miles de mujeres y hombres que le sumaban desde distintas regiones de la
patria.
Ezequiel Zamora
es asesinado el 10 de enero de 1860 en momentos cuando pasaba revista al victorioso ejercito popular que había conducido
hasta sitiar San Carlos, paso previo para
el avance hacia Valencia y Caracas contemplados en su plan operativo. Al caer
muerto a los pies de Guzmán Blanco se abre el camino para que la conducción de
esa fuerza quedase en manos de la
corriente del liberalismo más dispuesta, desde siempre, a acordarse con los Godos. El campesinado alzado, bajo el
mando de Juan Crisóstomo Falcón, quien desecha el plan militar de Zamora y lo
conduce a una pavorosa derrota, propia de su incapacidad de dirección, en la
pantanosa zona del Coplé, sur de Guárico. El General en Jefe y Presidente en
Campaña huye hacia territorios de la otrora Nueva Granada pero la masa
campesina sigue combatiendo por largo tiempo, cambiando a la modalidad de lucha
guerrillera. Sigue cantando las mismas coplas, teniendo el mismo horror a la
oligarquía y manteniendo la esperanza viva de conquistar un pedazo de tierra.
Los dirigentes Liberales se encargaron mas tarde en reagruparlos en un sólo
ejército con el claro propósito de consumar la entrega: el 23 de abril de 1863
se firma el Tratado de Coche; pacto de conciliación de clases. Con él se
inauguran las traiciones a los programas populares en la historia política de
este país.
La huella
profunda dejada por Ezequiel Zamora y la Guerra Federal en la sociedad
venezolana la evidencia su presencia en las luchas actuales. Fue inspiración de
las gestas guerrilleras de la segunda mitad del siglo XX y, es parte sustantiva
del pensamiento que animó las insurgencias militares de 1992. De poco le sirvió
a la historiografía burguesa su esfuerzo en ignorarla y/o estigmatizarla.
Reivindicada primero por la naciente historiografía marxista encabezada por
Federico Brito Figueroa y, levantada
luego como paradigma, por Hugo Chávez y el movimiento bolivariano, renace cada
vez que el conflicto por la tierra, y en general, cualquier reivindicación
popular asoma en el horizonte de la lucha.
Himno de la
Revolución Federal
Estrofas menos
conocidas entonadas durante la Guerra Campesina 1859-1863
yo quiero ver un
godo
colgado de un
farol
y miles de
oligarcas
con las tripas
al sol.
¡Oligarcas
temblad!
¡Viva la
libertad!
Quisiera ver un
cura
colgado de un
farol,
y a todas las
monjitas
con las tripas
al sol.
¡Oligarcas
temblad!
¡Viva la
libertad!
Zamora y las guerras campesinas a la Comuna Negro Miguel, doscientos años después!
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12:35:00 p.m.
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