El (natural) terror a la naturaleza
Final del "caso acetaminofén": como no pudieron
crucificar a la muchacha que les reveló algo que no sabían (hay una
planta a la que llaman acetaminofén) entonces hay que lapidarla porque,
según la inmensa sabiduría de la "clase pensante", esa mata es mala y venenosa.
Claro que basta con sentarlos recordándoles que todo en exceso es o
puede ser nocivo, pero aquí no aplican la lógica ni la sensatez.
Recordar: todo cuanto diga un chavista será criminalizado por el
antichavismo. O casi todo; parece que hay chavistas soportables para el
fascista promedio. Permítanme dejar para el final, para la post-data, un
comentario u observación al respecto.
Que la conclusión del raro y muy gracioso debate sobre el
acetaminofén haya llegado por allí, por la demonización casi unánime de
la mata, no es algo que haya cobrado forma en esta discusión en
particular. Hasta la pobre muchacha que hizo estallar la polémica, Rona
del Valle Gómez, retrocedió uno o dos pasos en su propuesta: luego de su
hermosísimo gesto, consistente en recomendarle al país que acudiera a
una planta que sus viejos y la gente de su pueblo natal (El Socorro)
suele consumir para curarse (y vaya usted a saber a cuántos miles de
personas ha aliviado) se vio intimidada ante los ridículos pero
tormentosos testimonios en contra y terminó dudando de las virtudes de
la mata, sólo porque una parranda de güevones disfrazados de doctores se burlaron de ella desde las universidades y las ciudades, donde, como ustedes saben, sí proliferan los sabios en cuestiones de plantas.
Decíamos arriba que ese tipo de actitudes tiene un origen muy
anterior a esta discusión en particular. Comencemos por el desenlace: la
planta llamada acetaminofén, atamel, ibuprofeno, bayer o boldo
paraguayo ha sido catalogada como tóxica por una sola razón, y es que no
ha enriquecido ni empobrecido a nadie. Cuando una farmacéutica
cualquiera comience a procesar masivamente esta planta y a venderla en
forma de cápsula o jarabe con toda seguridad volverá a ser "buena",
nadie le tendrá miedo, muchos la comprarán y hablarán de sus virtudes,
porque habrá sido tocada por la mano mágica del mercado, que todo lo
purifica.
Ejemplo práctico. Muchas ramas maravillosas y comestibles que
pueblan las jardineras, aceras, islas y patios de Caracas y otras
ciudades han sido reducidas también a la condición de bichos peligrosos
sólo porque nadie se ha dedicado a venderlas (y nadie las compraría
porque están en todas partes). Agarre usted cualquier trébol que
encuentre a su paso (hay tres tipos que sobreabundan en Caracas; usted
debe haberlos visto) y cómaselo, con todo y tallo; deguste ese sabor
caribe, explosivo, sensual, acidito, y compárelo con las tristes
lechugas que le obligan a comprar en el mercado, que no saben a la
milésima parte de un coño de nada pero vienen empaquetadas y se ven
chéveres, y reflexione acerca de qué ingrediente quedaría mejor en su
ensalada, sánduche o arepa.
Ahora vaya a donde uno de esos sabios de la botánica entregada al
mercado y pregúntele por qué no recomendar el consumo masivo de esa
noble y hasta bonita planta que son los tréboles. Seguramente el sabio
le responderá: "No, esa planta no es comestible, porque tiene ácido
oxálico". Replíquele usted a ese maldito farsante de universidad por qué
recontra mother fucker entonces no hace una campaña en contra del
tomate, uno de los alimentos con más ácido oxálido en la naturaleza. La
respuesta no se la dará él sino una simple visita a los expendios:
¿usted cree que el sistema de estafadores y estafados que somos sacaría
de las estanterías este veneno, que tan caro se compra y se vende?
¿Usted sabe cuántos millones de toneladas de fertilizantes químicos e
insecticidas se venden al año para mantener las siembras de tomate?
¿Usted cree que sólo porque el tomate envenene lentamente a las personas
va a haber alguien dispuesto a declararle la guerra? Tas loco: que se
joda la gente, las ganancias son más importantes.
El (natural) terror a la naturaleza
Reviewed by RG
on
12:26:00 p.m.
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