Enfrentar al estado Imperial es un deber Patriotico y revolucionario
He tomado cierto tiempo para proceder a presentar esta respuesta pública ante el anuncio efectuado en fecha 8 de septiembre de 2011 por la Oficina de Control de Activos Externos (OFAC), adscrita al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de Norteamérica donde se incluye mi nombre junto al de otros tres compatriotas en su “lista negra”. Por momentos había sentido cubierta la necesidad de respuesta con lo expresado por el Comandante Chávez, nuestras instituciones, organizaciones sindicales, colectivos de trabajadores y trabajadoras, comunicadores populares, organizaciones sociales y un elevado número de camaradas que han sido contundentes en rechazar tal agresión y en expresar su sincera solidaridad; sin embargo, y sin desestimar la conseja de la pertinencia de una respuesta jurídica –a pesar de la dictadura que sobre la legalidad internacional ejerce el Estado Imperial-, he optado por una respuesta política por ser esta la naturaleza del ataque. En efecto, si apartamos la basura mediática y la perversidad del propio comunicado del Departamento en cuestión, es simple manipulación usar el elemento narcotráfico: el señalamiento tiene que ver esencialmente con mi presunta cooperación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejercito del Pueblo (FARC-EP), todo ello basado en los escritos supuestamente encontrados en el computador del Comandante Raúl Reyes, que por cierto, han sido desestimados como prueba por la propia Corte Suprema de Justicia de Colombia.
¿Cuál
legalidad internacional nos señala?
El siglo XXI
nos muestra un capitalismo, una sociedad burguesa donde, a pesar de
ser evidente que ha entrado en su fase de decadencia, se nos presenta
en su intento hegemónico más agresivo: la pretensión de instaurar
un Estado Imperial definido por James Petras como “La institución
política que facilita la expansión exterior del capital”… (1).
De tal suerte, el capital ha venido estableciendo su propia legalidad
internacional ya que … “El componente militar y de inteligencia
del Estado Imperial actúa bajo el principio imperial de que las leyes,
edictos e intereses del imperio son primordiales y tienen precedencia
sobre el derecho internacional, los acuerdos de Ginebra y los principios
constitucionales estadounidenses. El imperio no reconoce fronteras ni
respeta soberanías nacionales, excepto si encajan con sus propios intereses,
afirman la superioridad de sus leyes y el derecho a perseguir a sus
adversarios en cualquier lugar, en cualquier época –el principio
de ´extraterritorialidad’-.”(2). Esta es la legalidad que nos ha
señalado ahora por intermedio de un estamento superior del mismo
Estado Imperial (OFAC), una institución de los amos. En el pasado,
(desde 2008) hablaron los lacayos, los Uribe, los Santos y la mediática
asalariada del capital.
Ahora bien,
lo más importante es tener presente el origen político de estos señalamientos
por parte de un sistema autoritario que no acepta otra postura que la
sumisión al sistema del capital; que ha venido criminalizando a movimientos
sociales, a migrantes, a las luchas reivindicativas, a los indignados,
a pueblos en lucha por su independencia y soberanía, y por supuesto,
a cualquier tipo de insurgencia popular. Que a los Estados Populares,
o simplemente que no se someten a su hegemonía, los empieza a clasificar
como Estados forajidos y le pone fecha a su intervención. También
es importante estar contestes de que a través de sus múltiples aparatos
de dominación cultural, el imperio ha venido instalando conceptos como
“Estado canalla”, “Estado Terrorista”, “narcoguerrilla”,
certifica cuál Estado combate al narcotráfico y cuál no, e incluso,
aparte de imponer una noción de democracia, certifica también cuál
gobierno es democrático y cuál no, llegando también a decidir por encima de los pueblos
si un gobierno debe continuar en ejercicio o no. Tal es el caso de la
grosera sentencia pronunciada por Barak Hussein Obama durante
su alocución ante la 66 Asamblea de la ONU con relación al gobierno
de Siria.
¿A qué
aspira entonces el Imperio con los referidos señalamientos?
A nuestro juicio
la política del imperio busca varios objetivos en simultáneo al emitir
resoluciones como las del Departamento del Tesoro: aislar y estigmatizar
a las revolucionarias y revolucionarios del continente (por eso incorporan
el calumnioso calificativo de narcotraficantes); instalar matrices para
calificar al Estado venezolano de colaboración con el terrorismo y
con el tráfico de drogas; ir sentando condiciones para declararlo
Estado forajido. Recordemos que su política actual tiene entre
sus líneas de acción recomponer su hegemonía sobre América Latina,
particularmente sobre la cuenca de la Amazonía y la Orinoquia, sobre
los reservorios de materiales estratégicos existentes en la región,
en especial los reservorios energéticos existentes en el subsuelo venezolano.
Para ello adelanta una estrategia descrita por Luis Antonio Bigott en
su libro Otra vez y ahora si, BOLIVAR CONTRA MONROE en los siguientes
términos: “… del conjunto de declaraciones y escritos elaborados
por el Gobierno de Obama se desprende la llamada nueva doctrina de política
exterior de los EEUU. La misma comprende: a.- la elección popular no
constituye la base de legitimación de un gobierno, sino sus acciones
en el ejercicio del poder. La declaración o calificación de gobierno
democrático es de la exclusividad del Departamento de Estado (…);
b.- en el desarrollo de una estructura socio-política pueden surgir
golpes constitucionales, golpes ´benévolos´ o golpes democráticos
(el caso Honduras sería uno de ellos); y c.- la política correcta
es la aplicación de la combinatoria del poder duro (hard power) con
el poder suave (soft power); esa capacidad de combinar ambos poderes
(la fuerza militar y la diplomacia) es lo que vendría a constituir
el poder inteligente (smart power)” (3) . Estamos entonces ante una
contraofensiva imperial que aspira a revertir la oleada de procesos
populares que en América Latina arribaron al gobierno por vía electoral
entre 1998 y 2008, para lo cual la acción militar, luego de la justificación
político mediática se ubica a la orden del día.
Del comunismo
como enemigo a la creación de un nuevo adversario: el terrorismo
La idea expuesta
por Carlos Tupac en su obra Terrorismo y civilización
en el sentido que “… el
terrorismo es el último recurso que dispone la propiedad privada para
asegurar su existencia”… (4) ha quedado demostrada fehacientemente
a través de la historia de la humanidad, siendo particularmente cierta
en la sociedad capitalista actual. Recordemos la descripción hecha
por Marx sobre los violentos orígenes del capitalismo: ...“el capital
viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los
pies a la cabeza.” (5), pero es en esta fase de decadencia
cuando la “racionalidad del capital” muestra su mayor capacidad
destructiva, manejando un empleo sistemático del terror. O dicho de
otra forma, el recorrido histórico del terrorismo se sintetiza así:
…“El terrorismo es inseparable de la propiedad privada [de los medios
de producción], no puede existir sin esta forma histórica de explotación
y, por tanto, la forma más brutal e inhumana, y dialécticamente la
forma más civilizada y tecno-científica de terrorismo es la capitalista,
la del terrorismo consustancial a la civilización burguesa” (6).
Paradójicamente,
el imperialismo de los tiempos actuales ha venido justificando su despliegue
militar global y sus acciones intervencionistas bajo el lema de combatir
al terrorismo internacional. Recordemos que durante todo el siglo XX
los Estados Unidos y demás potencias imperialistas justificaron su
carrera armamentista con el lema de frenar la “amenaza comunista”,
y una vez cae la Unión Soviética y se desintegra el Bloque Socialista,
se hacía necesario construir un nuevo adversario a fin de seguir desarrollando
una de las industrias de punta de la economía capitalista: la industria
militar.
Esta cuestión
se nos revela evidente cuando se indaga sobre los orígenes de Al Qaeda
estrechamente relacionados con operaciones encubiertas de los servicios
policiales estadounidenses, o los no menos oscuros atentados contra
las torres del Word Trade Center el
11 de septiembre de 2001, hecho a partir del cual el terrorismo pasa,
ya en forma definitiva, a ser el adversario capaz de justificar las
“guerras preventivas” que el Estado Imperial despliega sobre
múltiples escenarios del mundo.
De
tal forma, en los últimos años la guerra ha proliferado sobre la
faz de la tierra con la terrible realidad de que …“la proporción
de víctimas civiles de cualquier guerra se sitúa entre el 80 y el
90 por 100 del total”…(7) y lo absurdo es que los bombardeos que
sobre zonas residenciales de ciudades iraquíes, afganas, libias
ejecutados por el Estado Imperial son presentados bajo consignas
como “ayuda”, “intervención humanitaria” o como parte de una
cruzada emprendida a nombre de “la libertad” y “la democracia”,
y no como una práctica recurrente de una verdadera superpotencia
canalla que no se acoge a legalidad internacional alguna y que tal
como demuestra el intelectual estadounidense Noam Chomsky en su obra
Estados canallas (el imperio de la fuerza en los asuntos mundiales),
ha usado durante mucho tiempo la aplicación de una “…cultura
del terror en la domesticación de las expectativas de la mayoría con
respecto a alternativas diferentes a las de los poderosos”…(8)
La OTAN:
brazo armado del Estado Imperial
Es claro entonces
que el capitalismo del siglo XXI como sistema mundial alcanzó su máximo
desarrollo agotando la capacidad de expansión de su economía,
o en todo caso, sólo es posible seguir sosteniéndola sobre la base
de un altísimo costo para el planeta, pero que al mismo tiempo ha conformado
una estructura supranacional: el Estado Imperial que no responde
ni a las propias instancias creadas por las potencias capitalistas al
inicio de la posguerra -¿cuántas resoluciones de la Asamblea de Naciones
Unidas han sido ignoradas?-. El fin del bloqueo a Cuba, o la ejecución
de varias intervenciones militares luego de no haber sido aprobadas
sirven de ejemplo de que en realidad, y como bien señala Samir Amin:
“…Las autoridades de Washington siempre se sintieron mal dentro
de la ONU y hoy proclaman brutalmente lo que estuvieron obligados a
esconder hasta este momento: ellas no aceptan incluso ni el concepto
de un derecho internacional superior a lo que consideran ser las exigencias
de la defensa de sus intereses nacionales”… (9). Ello explica
que con el sólo consentimiento del Consejo de Seguridad, o en última
instancia del hegemón del sistema, basta para que se haga presente
la acción de la OTAN, actuando simplemente como brazo armado de ese
Estado Imperial. Los ataques, saqueo, ocupación de Libia y finalmente
el monstruoso asesinato de Muammar Al Gaddafi son la demostración
más fehaciente de tal comportamiento.
Aislar y segregar la insurgencia colombiana:
“la narcoguerrilla”
Si bien el
imperio a través de su mediática, de sus intelectuales, de las acciones
encubiertas de sus servicios de inteligencia, ubicó a escala planetaria
un adversario: -el terrorismo-, en el caso de Colombia fue instalando
una matriz que le ha servido excelentemente tanto para justificar su
intromisión en la política interna (el Plan Colombia) como para estigmatizar
y por esa vía aislar a las revolucionarias y revolucionarios de ese
país: “el narcoterrorismo”. Para nadie es un secreto que el tráfico
de estupefacientes en el mundo es un negocio del capital, que
desde la banca internacional se genera su financiación, que ha sido
un negocio de la burguesía, realidad presente en todos los estamentos
del Estado colombiano, y que
los Estados Unidos aplican un doble rasero frente al tráfico y consumo
de estupefacientes. Sin embargo, la guerra contrainsurgente ha empleado
ingentes recursos en tergiversar la lucha de un pueblo que, sea dicho
de paso, le ha tocado enfrentar al Estado que posee el peor historial
de violación de derechos humanos en nuestra región, y presentarla
ante la opinión internacional como una acción delincuencial.
Esa propaganda
no sólo ha logrado confundir a gran parte de la población sino que
también penetró en sectores progresistas del continente y en
la “izquierda arrepentida” que olvidó hace rato las enseñanzas
del maestro Lenin sobre el poder y sobre cuál debe ser la posición
de los revolucionarios y las revolucionarias ante los conflictos. He
aquí una de las razones por las cuales al pueblo de Colombia que resiste
heroicamente al Plan concebido por los Estados Unidos para la dominación
militar de toda la región, le ha correspondido luchar en medio de un
criminal aislamiento recibiendo la solidaridad internacional a una escala
que no se corresponde con su sacrificio.
Nuestra
posición frente al conflicto colombiano
Hemos sostenido
en diferentes espacios que quien quiera evitar la prolongación del
derramamiento de sangre en Colombia, quien quiera contribuir a la construcción
de la paz, debe pronunciarse por la salida política negociada al conflicto
social y armado que vive ese pueblo. Lo hemos sostenido en el pasado
cuando nos correspondió asistir a espacios internacionales en condición
de Diputado venezolano al Parlamento Latinoamericano (como Presidente
Alterno de la Mesa Directiva del mismo) y lo sostenemos hoy como militante
revolucionario. Tal planteamiento no lo pueden entender ni los guerreristas
del imperio ni la intransigente burguesía colombiana que aspira a la
aniquilación de las fuerzas revolucionarias, con lo cual -y la historia
lo ha demostrado así- sólo logra la prolongación del conflicto. Hemos
sostenido que la presencia militar estadounidense, israelita y británica
en Colombia ha sido y sigue siendo la mayor amenaza para la paz y seguridad
de toda la región, especialmente para la estabilidad del proceso bolivariano.
No nos sorprende la molestia de las instituciones y voceros del imperio,
pero no podemos opinar de manera distinta. El internacionalismo es parte
esencial de la tradición revolucionaria de nuestro pueblo y es un principio
fundamental del socialismo. Para los marxistas la política conlleva
una postura ética a la cual no renunciamos.
Apuntar
al proceso bolivariano
Entendemos
además, que los señalamientos de la OFAC son parte de un diseño de
más amplia escala con el propósito de estigmatizar y cercar al proceso
bolivariano, campaña mediante la cual no pocos cuadros serán calumniados,
y que incluye distintas acciones de espionaje, boicot, infiltración
paramilitar y desestabilización en este momento preelectoral. No son
casuales las denuncias formuladas desde distintas instancias internacionales
sobre supuesta violación a los derechos humanos o control de internet
por parte de nuestro gobierno, como tampoco son fortuitas las decisiones
que atentan contra la soberanía y autodeterminación del sistema judicial
venezolano. Es importante tener presente que para la reacción internacional
e interna existen escenarios distintos al electoral, y en tal sentido
incrementar el sabotaje eléctrico, las “fallas” del metro, la manipulación
de los problemas carcelarios, provocar el desabastecimiento alimentario
o incorporar a la escena el crimen paramilitar forman parte de sus acciones
para favorecer electoralmente a sus peones de la llamada Mesa de la
Unidad Democrática (MUD), o simplemente para generar condiciones para
salidas de otra naturaleza ante un revés por vía del voto.
Levantar
las banderas del antimperialismo y de la solidaridad con los pueblos
en lucha
Nuestra mejor
respuesta ante la injuria orquestada por el Estado Imperial es
seguir contribuyendo con la lucha de nuestros pueblos por sacudirse
la dominación imperialista, levantando las banderas de la redención
social. Esa lucha cobra cada vez más pertinencia en tanto el sistema
encajona a la humanidad en un dilema insalvable: o los pueblos bregan
por la superación revolucionaria de la crisis, o, para recomponerse
el sistema del capital avanza en la instauración de una dictadura fascista
a escala planetaria. De tal forma, frente a la crisis del capital al
mundo del trabajo no le queda opción distinta a presentar una propuesta
societal postcapitalista, y en el caso de nuestra América, tal lucha
tiene un doble carácter: liberador y socialista. Entendemos este
problema en los términos como lo expresa Néstor Kohan en su recién
editada obra Simón Bolívar y la
“manzana prohibida” de la revolución latinoamericana:
…
“No habrá liberación nacional sin emancipación social y jamás
lograremos reorganizar la nueva sociedad sobre bases no capitalistas
ni mercantilistas si al mismo tiempo no logramos constituir ese proyecto
inacabado de Patria Grande, rompiendo con toda sumisión y dependencia.
No hay ni puede haber dos ´etapas´ separadas (…) ni dos revoluciones
diferentes: el proceso de revolución latinoamericana es y deberá ser
al mismo tiempo socialista de liberación nacional, es decir, de liberación
continental. La dominación de clase y la cuestión nacional no
conforman procesos escindidos en tiempo y espacio sino hilos de un mismo
tejido social que se conformó de esa forma –subordinada al sistema
capitalista mundial a través de sus socios locales, las burguesías
lúmpenes y dependientes- desde nuestros inicios históricos”
(10)
Respondiendo
a estas exigencias, el proceso político en desarrollo en Venezuela
ha cometido lo que el Estado Imperial considera como un doble
crimen: 1.- emprender caminos soberanos y 2.- intentar construir
una experiencia postcapitalista. Con relación al primero no sólo se
ha expresado en el manejo soberano de nuestros recursos estratégicos,
sino que además se manifiesta en temas esenciales de la política internacional
y retoma la senda de la búsqueda de la unidad de América Latina. Obviamente
ha sido un desafío para el imperialismo acostumbrado como ha estado
a trazar los lineamientos a seguir por los distintos gobiernos del continente.
Empero, si zafarse de la tutela imperial es un crimen, poner sobre la
mesa del debate el tema del socialismo, como en efecto
lo hizo el proceso bolivariano, es un crimen mayor porque es presentar
una opción antisistema que trasciende las fronteras nacionales en estos
momentos cuando la sociedad burguesa no da más, cuando la recurrencia
de la crisis sistémica ha provocado el surgimiento de grandes movimientos
sociales donde menos podría preverse, movimientos que reflejan que
las fuerzas sociales siguen teniendo qué hacer en la historia.
Cuando a los indignados de España, de los propios Estados Unidos de
Norteamérica, las rebeliones obreras de Grecia, las protestas de los
trabajadores y trabajadoras en Francia o Inglaterra ante el retroceso
de sus conquistas históricas, o la gran rebelión de masas que recorrió
Marruecos, Túnez, Egipto a inicios de año visualicen un programa antisistema,
se marcará el momento de inflexión del orden actual. ¡Qué mal ejemplo
el del proceso bolivariano haber explorado caminos que se salen de la
lógica del capital! Por eso es necesario decretarlo Estado forajido.
Recordemos lo apuntado por Chomsky: “El concepto de Estado canalla
desempeña un papel preeminente en la planificación y el análisis
políticos”… (11) y siguiendo al mismo autor, cuál es el comportamiento
del Estado Imperial frente a una desobediencia como la que se
ha producido en nuestro país: “Para asegurarse de que sus mandatos
son leyes, una superpotencia canalla debe mantener la ´credibilidad´:
el hecho de no respetar su poder conlleva graves penalizaciones. Esta
idea se invoca con regularidad para justificar la violencia de Estado”…
(12)
En líneas
gruesas, ante el cuadro que se nos presenta por delante no cabe otra
postura que profundizar la lucha antimperialista, al margen de las acusaciones
de marras u otras que puedan sumar al montón, en primer lugar desarrollando
una acción pedagógica entre nuestros compatriotas a fin de que identifiquemos
tanto las características de la sociedad burguesa de hoy como la naturaleza
de la crisis actual y la violencia imperialista del presente. Obviamente,
participar de la conjunción de fuerzas que alrededor del Gran Polo
Patriótico garantice la continuidad del proceso político abierto en
la sociedad venezolana, que ha ampliado sustantivamente la democracia
y donde, dependiendo esencialmente del desarrollo de la conciencia y
el poder popular, podremos profundizar en las tareas socialistas. Proceso
de radicalización que conseguirá un mejor cauce si a la vez ampliamos
nuestras relaciones con las fuerzas populares y revolucionarias de nuestra
América avanzando en la conformación de un invencible movimiento bolivariano
a nivel continental.
Citas:
(1) James Petras, Estado
Imperial, Imperialismo e Imperio, p.5.
(2) Idem, pp.
24-25.
(3)
Luis Antonio Bigott, Otra vez y ahora si BOLIVAR CONTRA MONROE,
p. 19.
(4) Carlos Tupac, Terrorismo
y civilización, Tomo I, p.17.
(5) Carlos Marx, El Capital,
Tomo I, p. 646.
(6) Carlos Tupac, op. Cit., Tomo II, p.745.
(6) Carlos Tupac, op. Cit., Tomo II, p.745.
(7) Eric Hobsbawm; Guerra
y Paz en el siglo XXI, p.4.
(8) Noam Chomsky, Estados
canallas (el imperio de la fuerza en los asuntos mundiales), p.
15.
(9) Samir Amin, Geopolítica
del imperialismo contemporáneo, pp. 17-18.
(10) Néstor Kohan, Simón
Bolívar y la “manzana prohibida”
de la revolución latinoamericana,
p. x
(11) Noam Chomsky, Op. Cit.
p .24.
(12) Noam Chomsky, Op. Cit.
p .15.
Referencias:
AMIN, Samir
(2011), Geopolítica del imperialismo contemporáneo,
Instituto Municipal de Publicaciones de la Alcaldía de Caracas.
BIGOTT, Luis
Antonio (2011), Otra vez y ahora si BOLIVAR CONTRA MONROE, Editorial
Trinchera.
CHOMSKY, Noam
(2001), Estados canallas (el imperio de la fuerza en los asuntos
mundiales), Paidós, Colección Estado y Sociedad 93. Barcelona-Buenos
Aires-México.
HOBSBAWM, E. (2007). Guerra
y Paz en el siglo XXI. (Colección Memoria Crítica). Barcelona:
Editorial Crítica.
KOHAN, Néstor
(2011), Simón Bolívar y la “manzana prohibida” de la revolución
latinoamericana, Editorial Trinchera, Caracas.
MARX, Carlos
(2008), El Capital, 3 Tomos, Fondo de Cultura Económica, México.
PETRAS, James
(2011), Estado Imperial, Imperialismo e Imperio, Instituto Municipal
de Publicaciones de la Alcaldía de Caracas.
TUPAC, Carlos,
Terrorismo y Civilización, Ediciones Insurgentes, Colombia, 2011.
2 Tomos.
miseriadelafilosofia@gmail.com
Enfrentar al estado Imperial es un deber Patriotico y revolucionario
Reviewed by RG
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9:59:00 p.m.
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